Año aproximado, 1977. Lugar, el barrio de Nazaret, en Valencia. El colegio público era entonces “Nuestra Señora de los Desamparados”. El director era el cura de aquella parroquia, Don Jesús. Todavía, a pesar de los años, le recuerdo: bajito, pelo negro rizado, gafas de pasta cuadradas, al estilo de los jesuitas, regordete, por no decir gordo, y con ostentosos anillos de oro en sus dedos salchicheros. Un día dejó de venir, y en su lugar vino un cura más joven, del que casi no me acuerdo, y por el barrio empezaron a correr rumores del por qué habían trasladado a Don Jesús a otra parroquia: al poco se supo que castigaba a los chiquillos que se portaban mal (tenía bastante mala leche, la verdad) y los castigos consistían, oh sorpresa, en hacerlos ir a su casa, donde les daba de merendar, les daba cerveza, les ponía películas y… Vamos, lo que se dice un castigo en toda regla. Y, claro, lo cambiaron de parroquia, que los curas no se rigen por las leyes de los hombres, ya los juzgará Dios cuando lleguen ante su presencia. Ya…
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