Review del puntero para tabletas y móviles AluPen Digital, de Just Mobile

El pasado viernes recibí mi nuevo stylus AluPen Digital, de la casa Just Mobile.

Punta retraida

Es un puntero de nueva generación, ya que no tiene la típica punta gruesa y blanda que te impide ver lo que escribes o dibujas, sino que tienen una punta tan fina como la pueda tener un bolígrafo, lo que te permite escribir o dibujar de manera casi natural. ¿Cómo lo consiguen? Pues simulando la pequeña carga eléctrica que tiene el cuerpo humano, mediante un circuito electrónico y una pila AAA, y pasándola a la punta solida, lo que hace que el dispositivo (iPad, iPhone, etc.) crea que estás usando un puntero estándar o tu propio dedo.

Punta extendida
Las ventajas son evidentes: permite una sensación de escritura fantástica, una precisión al escribir que no tienen con un puntero "normal". Lo mismo al dibujar: con líneas finas, no oculta lo que dibujas, ya que no tiene apenas grosor. Por supuesto, también tiene sus inconvenientes.

Por ejemplo, no es capaz de dibuja una linea diagonal recta: si lo intentas, saldrá una línea ondulante, como si el iPad fuera incapaz de determinar la posición de la pequeña punta. Sin embargo, no tiene problemas a la hora de dibujar líneas verticales u horizontales.

Prueba realizada en "Paper", de 54

Se debe, seguramente, a que el iPad espera una carga eléctrica Y una superficie mínima. Al encontrar la carga pero NO la superficie, tiene que estimar la posición exacta y la hace ondular dentro de lo que sería esa superficie mínima. Ese efecto se nota, sobre todo, cuando el trazo es lento, cuando es rápido la línea es más recta. Lo cierto es que este inconveniente no supone una traba para su uso diario, ya que, en general, el puntero es preciso y no presenta retardo al escribir.

Punta de 1'6 mm
Naturalmente, no resiste la comparación con punteros más sofisticados, como el Jot Touch 4 de Adonit, pero, claro, la diferencia de precio es grande: unos 50 € para el AluPen Digital, mientras que el Jot Touch 4 esta en el rango de los 80-90 €. Claro, esa diferencia de precio tiene una explicación: el AluPen Digital, a diferencia de lo que ocurre con el Jot, no se conecta por Bluetooth, no tiene sensor de presión, no tiene rechazo de la palma de la mano, no funciona si no está activado...

En cuanto al aspecto físico, tiene apariencia de un producto bien acabado, de calidad: la parte inferior es de aluminio bruñido, mientras que la parte superior, en la que se inserta la pila AAA, es de plástico negro, con un clip que te permite sujetarlo al bolsillo. Es más grueso que un bolígrafo normal, lo que puede ser incómodo para algunas personas, pero, en general, es cómodo, de tacto agradable. La punta es retráctil, se saca girando media vuelta la parte superior, lo que hace que, además, se active el puntero, activación que se indica con un pequeño led, apenas un punto en el aluminio, de color verde. Tiene también un sistema de ahorro de energía: si no usas el puntero durante 3 minutos, se apaga. La duración estimada del fabricante para una pila es de unas 12 horas de uso continuo.

Puntero activado
Es, en general, un buen puntero, recomendable si quieres una sensación al escribir en el iPad lo más similar a la escritura en papel, para hacer bocetos con algo más de precisión y sin que el puntero te tape lo que estás escribiendo o dibujando.

Ah, se me olvidaba: como ya he dicho, la punta es rígida, de un material plástico duro, lo que hace que, al escribir, haga algo de ruído cada vez que la punta golpea la superficie del iPad, algo que puede ser molesto para algunas personas. Para mí no lo es, pero eso es una apreciación personal.

Es, en general, un stylus recomendable si buscas que sea fácil de usar y preciso, que funciona en cualquier aplicación, sin más complicaciones.

Este puntero se puede conseguir en la página oficial del fabricante, Just Mobile. 






 

Montoro y la reducción de tramos del IRPF



Noticia de hoy que ha pasado, más o menos, sin pena ni gloria:

Montoro anuncia que el IRPF tendrá cinco tramos en vez de siete a partir de enero

Sí, ha hecho el anuncio, y poco más. Pero reducir la cantidad de tramos de IRPF significa favorecer a los que más tienen. Veamos un ejemplo: el histórico de un siglo de impuestos de EE.UU., desde 1913 hasta 2013 (las cantidades están ajustadas, contando inflación, a dinero del año 2013, para que sea más comprensible).

Si nos remontamos a los años 50 en ese histórico, veremos que hay unos 25 tramos de impuestos, lo que hace que el porcentaje sea más ajustado a los que gana cada uno. Llama también la atención que el tramo de más imposición este gravado con un 90%… y seguían habiendo ricos en EE.UU.

Si vamos avanzando por ese histórico y vamos teniendo en cuenta quién gobernaba en los diferentes años, veremos que quienes mantuvieron un menor número de tramos fueron, cómo no, Ronald Reagan, adalid del neoliberalismo. En 1988, llegó a reducir los tramos a ¡2!, de forma que pagaba el mismo porcentaje alguien que ganase 34.000 dólares que alguien que ganase millones:











Pero es que en eso consiste el "truco" de reducir los tramos: ¿a qué cantidad ajustas el porcentaje a pagar en un tramo concreto? Naturalmente, a la cantidad más baja, sería injusto que el que menos gana de ese tramo tuviera un porcentaje mayor porque existan, en ese mismo tramo, quien gane más que él. Y eso es justo si los tramos son adecuados, si no son demasiado amplios, de otro modo pasa lo que se ve en la imagen anterior: está beneficiando a los ricos. Progresividad del impuesto = nula.

Y esta noticia de Montoro que ha pasado sin pena ni gloria es un clavo más en el ataúd de la equidad, de hacer que paguen más los que más tienen, es un gesto más hacia los poderosos, hacia los ricos.

España, país de señoritos, o "Los Santos Inocentes"

La familia de Paco el bajo en "Los Santos Inocentes" (1984)
Delibes escribió "Los Santos Inocentes" en 1981, ambientándola en un cortijo extremeño de los '60, pero cualquiera diría que es un retrato,  una caricatura reciente de la sociedad en la que vivimos.

Los señoritos siguen campando a sus anchas en este país, sus actitudes les delatan: el incidente de Esperanza Aguirre con los agentes de movilidad de Madrid, el de María Dolores de Cospedal colándose por delante de la gente haciendo horas de cola en Toledo para acceder a la exposición sobre El Greco, o el de Rajoy compareciendo ante la prensa en una pantalla de plasma, no dejan de ser anécdotas, pero que muestran la actitud de los que nos gobiernan. La clase gobernante, diría yo, pues tienen una serie de privilegios ajenos a la población en general,  y unas actitudes dignas de una clase aparte, de una clase que se cree por encima del resto. No son los servidores públicos, los guardianes del interés público, los representantes del pueblo y de su voluntad, no: son los nuevos señoritos.

Hasta ahora, prácticamente ninguna de las causas judiciales que hay abiertas contra altos cargos políticos o que investigan enormes tramas de corrupción en partidos políticos y sindicatos han resultado en condenas, pero es que ni siquiera en dimisiones por responsabilidad política. Y eso que los que deben tomar la decisión de dimitir o cesar a cargos bajo su responsabilidad son los mismos que, cuando han estado en la oposición, han reclamado al oponente lo mismo que ellos son incapaces de cumplir ahora: dimisiones en casos de corrupción, aunque hubiera tan solo la sospecha, indicios de delito, una imputación judicial.


Pero lo peor, siendo eso malo de por sí, es que la actitud de los imputados, de los responsables de los partidos implicados, es de una altivez y una chulería digna del señorito español que narraba Delibes en su obra y que tan magníficamente adaptó Mario Camus. El grado de humillación a la población, haciéndole pagar por una crisis que no ha provocado, creando unas leyes pensadas para aumentar la distancia entre gobernados y gobernantes, para separar aún más las clases altas de las medias y bajas, estafando a las familias con tal de hacerse con sus ahorros, es similar a la del Señorito Iván tratando a Paco el bajo poco más que como un perro, es similar al de ver a la niña chica sufriendo sin recibir el tratamiento que necesitaría (ahí todavía no se lo habían recortado, ni siquiera lo tenía), es similar al del señorito matando la milana bonita de Azarías porque le espantaba la caza, tomando como suyo algo que no lo era y, en general, despreciando la dignidad y los derechos de los que dependen de él.

Y nuestros señoritos no tienen recato en justificar las conductas más poco éticas con la mayor desfachatez, como si fuera un derecho divino, un derecho de sangre, pero, esta vez, adquirido por vía del cargo político que les ha permitido, con malas artes, enriquecerse con ese dinero público que no es de nadie. En definitiva, estamos delante de la nueva aristocracia, la que vive en palacios y da fiestas y vive la gran vida mientras el pueblo pasa penalidades sin fin, esa aristocracia que recuerda a la Maria Antonieta de "Que coman pasteles" cuando el pueblo le reclamaba que no tenían ni pan para comer.

Y, salvo honrosas excepciones, como el PAH, el 15M, las marchas verde y blanca, la ciudadanía está adormecida, demuestra la misma sumisión de Paco el bajo, que, incluso con una pierna quebrada, no duda en seguir haciéndole el juego al señorito, no duda en seguir siendo su perro, por miedo a lo que todavía podría perder.

¿Tendrá que ser un Azarías cualquiera, un inocente al que le han arrebatado aquello que era suyo (la casa, sus ahorros, las ayudas para un familiar gran dependiente) el que, por pura desesperación y por falta de una justicia real (si tarda, no lo es), acabe cometiendo una locura, el que acabe descerrajando un escopetazo a un banquero o a un político, a un señorito al fin y al cabo?

Digo yo que ya va siendo la hora de reclamar a los políticos, a la casta, a los señoritos, un atisbo de decencia, una pizca de honradez, de comportamiento ético, de responsabilidad moral, y para eso se necesita que la mayoría de los ciudadanos esté dispuesto a poner de su parte, a exigir a los señoritos que se vayan a sus casas, que dejen sitio a personas con otras actitudes, con un auténtico ánimo de servicio público, con un verdadero interés por defender lo público.